jueves, 20 de octubre de 2011

III LA BUSQUEDA


 CORREGIDO

Llegamos antes de las 10 de la noche a la fábrica en donde laboraba mi hermano. El gran portón azul permaneció inmóvil al contacto con mis nudillos. Mi madre y mi hermana estaban  desesperadas por no obtener respuesta del interior. De forma histérica empezaron a patear la puerta al tiempo que gritaban desaforadamente –abran, abran por favor, Gilberto ¿estás ahí?-. Nadie acudió a nuestro llamado (No obstante que vimos reflejado en el espejo cóncavo a los dos vigilantes que cuidaban el lugar).



Para las cuatro de la mañana, habíamos recorrido: Delegaciones, Ministerios Públicos, 10 diferentes casas de amigos de mi hermano; hasta cantinas, bares e incluso centros de apuesta,  y nada.  Parecía que se lo había tragado la tierra. Sin poder hacer nada más regresamos a la casa al alba. Estábamos sumamente angustiadas, cansadas, hambrientas, pero sobre todo, indignadas ante los acontecimientos vividos ese día. Tratamos de dormir un poco.  Mi madre se retiró a su recámara. Carmen se acomodó en la cama individual junto a la mía,  y se quedó profundamente dormida de manera inmediata.




El timbre del celular taladró mi cabeza. No tenía más de treinta minutos de haber conciliado el sueño, mas por instinto conteste la inoportuna llamada. Al otro lado de la línea escuche la voz de un hombre que en tono apresurado y casi como un susurro me dijo: "Tu hermano está en las galeras de la peni, y se lo van a echar si no buscas ayuda rápido y lo sacas. Ya les pusieron el dedo a todas ustedes. El Patrón es primo del Jefe de Gobierno. Tienen la vara alta, y desde antes se traía al paisa en la mira. ¡Muévanse!, ¡saquen al flaco del bote y váyanse!". Muy alarmada y ya totalmente consciente le pregunte: ¿Quién habla?, ¿Quién eres?, ¿Qué pasó?, ¿Por qué está Gil en la cárcel? Sólo respondió: "Lléguenle Jarocha o van a valer". Lo último que alcance a escuchar fue el corte de la llamada. No podía conciliar el sueño. Prendí un cigarrillo y entre bocanada y bocanada el cansancio me venció.




Esa misma mañana, no bien me había sentado a la mesa cuando mi madre me pregunto: ¿Quién te llamó tan temprano? fingiendo no escucharla me levante y prendí el televisor. Vi con horror la imagen que en ese momento transmitían. Era un hombre de aproximadamente 40 años de edad, cuyas ropas estaban totalmente desgarradas. Pendía de un puente peatonal con una soga atada en el cuello. Tenía claras muestras de tortura, pero  lo más aterrador no era ver el orificio de bala en su frente, sino el letrero clavado con un cuchillo de cocina en su pecho; escrito con su propia sangre (a decir del comentarista); que rezaba la leyenda: "Faltan cuatro días. Se van o todos terminaran así. Mueran los chilangos". Un sudor helado recorrió toda mi espalda. Mi madre y mi hermana estaban mudas, pálidas y su respiración sonaba agitada. Pude oler su miedo.

Gaudencio Morales Jácome, El nombre retumbo en cada una de las paredes de nuestro pequeño departamento. Ese era el nombre del colgado en el puente peatonal de viaducto y Tlapán. Carmela corrió  espantada hacia la vitrina del comedor. Sacó de uno de los cajones un sobre de celofán, que contenía una hoja de papel brillante de color blanco con algunos motivos en dorado. Era la invitación a una boda religiosa,  que se celebraría ocho dias después;  era la boda de Gaudencio y Patricia. 

El finado era amigo de la familia desde siempre. Paisano, vecino en Córdoba, y mi padrino de primera comunión junto con Cuca su madre. Llegó con su familia a vivir al D.F. un año después de que lo hicieramos nosotros. Crecimos juntos; Lo más terrible de todo era que él estaba en el grupo de los 10 obreros que se habian encerrado en el almacen de  la fabrica donde trabajaba Gilberto mi hermano, pues eran compañeros. Si él estaba muerto y unas horas antes estaba con Gil: ¿en donde estaba Gilberto?, ¿estaba vivo? ¿Que está pasando Adelina?  Fueron las preguntas que entre lagrimas y gritos mi madre me hizo. Timidamente y de forma breve les comenté la llamada que había recibido esa madrugada. Mi madre cayó desmayada.













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