lunes, 21 de noviembre de 2011

VIII MARTES NEGRO

PRIMER BORRADOR

Vestida con una túnica de color azul cielo caminaba sobre aguas cristalinas. Podía ver claramente los peces de colores bajo mis pies. Al final del río vislumbraba el arcoíris. De pronto, obscureció y el cielo empezó a relampaguear,  y de entre las aguas en donde minutos antes nadaban hermosas  y coloridas criaturas marinas; emergieron lenguas de fuego que me devoraban. Sentía mi piel arder. Un zumbido en mi cabeza me hacía sentir que esta explotaría en cualquier momento. El  líquido antes cristalino se tiño de rojo. Burbujeaba al hervir, y emanaba un hedor horrendo. Estaba en el mismísimo infierno.

Justo en el momento que el leviatán (monstruo mítico mencionado por Hobbes) abría las fauces de una de sus siete cabezas para devorarme. Escuche la voz de mi madre a lo lejos que me decía:

Adelina, Adelina, Despierta hija, despierta.  Ya está aquí el Doctor. Te vas a poner bien. Abrí los ojos y vi a mi madre, y parado junto a ella a un hombre desconocido vistiendo una bata blanca.  Tarde algunos segundos en entender lo que pasaba.

Mi hermana Carmela entró en ese momento a la habitación llevando una charola con algunos alimentos. Se veía muy angustiada (tanto o más que mi madre). El Doctor se acercó a mi cama, y  se inclinó hacia mí. En tono bajo pero firme me pregunto:  "Adelina, ¿cómo se siente?.

Traté de contestar, sin embargo, de mi boca no salió sonido alguno. Sentir un enorme dolor en la garganta. Supe en ese momento que había estado delirando todo el día por la fiebre tan alta que había tenido (me lo dijo el doctor). Tenía bronconeumonía, y debía permanecer cuando menos tres días en cama. El médico antes de irse  me suministro algunos medicamentos por vía intravenosa;  tomo mi temperatura, me canalizó un suero, dio varias indicaciones a mi madre. Empezaba a oscurecer.

Después de comer un poco de sopa caliente comencé a conciliar de nuevo el sueño.  Escuché a lo lejos el timbre del teléfono; gritos, llanto, murmullos. Algo pasaba y no querían que me enterara. Intenté levantarme pero no pude. No tenía fuerzas y el suero me lo impedía también. Me quede dormida nuevamente.

Cerca de la media noche desperté. Junto a mi estaba doña Juanita la vecina del 402. Me extraño verla ahí pues nunca iba a nuestro departamento, pese a que tenía gran amistad con toda la familia.  Le pregunté por mi madre. Fingió que no me oía. Le repetí con mucho esfuerzo la pregunta, pues aún no podía hablar bien.

Con voz trémula,  y casi imperceptible; me dijo: "Ay niña, la desgracia hay caído en tu familia. No sé si sea bueno decirte esto, pero tienes que saberlo. Ayer avisaron del Ministerio Público de Iztapalapa, que tenían que ir a identificar al SEMEFO el cuerpo de un hombre que se parecía mucho  a tu hermano Gilberto.  Doña Lupe y Carmelita se pusieron como locas, y se fueron de inmediato para Niños Héroes  (ahí está el SEMEFO) Dejaron dicho con mi nuera que te echara una vuelta porque estas re malita.

Sin poder decirme  una palabra más estalló en llanto. Traté de ser optimista a pesar de que sentía que lo que me decía era la más absoluta verdad -Mi hermano estaba muerto-, y yo, postrada en esa cama, no había podido acompañar a mi madre y a mi hermana.

En ese momento entró a la habitación Rebeca, la nuera de doña Juanita. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Vio de frente a su suegra, y le preguntó: "¿Ya le dijo suegra?". Doña Juanita sollozando movió la cabeza en forma negativa.

Que es lo que me tiene que decir además de lo de mi hermano,  pregunté. Rebeca se sentó en mi cama y me tomó de las manos con afecto, apretándolas como queriendo transmitirme su calor.  Gruesas y copiosas lagrimas rodaron   por sus mejillas al tiempo que me decía con voz entrecortada: "Adelina, debes ser muy fuerte. Ya confirmamos que tu hermano Gilberto está muerto. Tu mami no resistió ese golpe tan duro y al ver su cuerpo destrozado sufrió un infarto y murió en ese instante.

Carmelita se estaba encargando de todos los trámites para el sepelio de ambos, mi marido la estaba acompañando. Venían para acá por las actas de nacimiento,  y justo en los límites del Distrito Federal -en el Rosario-; Los detuvo un retén. Carmelita no llevaba su distintivo, le dijeron que era una infracción y se la llevaron detenida. No sabemos qué hacer. No queríamos decirte nada, pero solo un familiar puede gestionar para que suelten a Carmen, y sobre todo para terminar el papeleo para el entierro de Gilberto y Lupita”.

Sentí que todo me daba vueltas. Empecé a oír lejos, muy lejos la voz de Rebeca "Adelina, Adelina, ¿Estas bien? Sentía que flotaba. De manera casi imperceptible escuche los gritos de doña Juanita y su llanto incontrolable.

Sentí como los latidos de mi corazón menguaban poco a poco hasta no sentirlos. Una luz cegadora me envolvió.  Pase de la angustia y el  dolor a una paz y alivio jamás sentidos.

Todo había terminado para mí...


CONTINUARA......







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