lunes, 24 de octubre de 2011

IV REACCIONES ENCADENADAS

CORREGIDO

Al duodécimo día me dirigí como siempre a la Facultad de Derecho (escuela en donde estudio). Entré por la puerta peatonal de eje 10 sur , y fui interceptada por elementos de seguridad interna de la universidad. Me pidieron que me identificara. Entregue mi credencial de estudiante. No me fue devuelta. Solo recibí  la indicación que me retirara de la institución sin hacer escándalo, que se me avisaría cuando pudiera reincorporarme a mis actividades escolares vía email. Era tal mi asombro que no pude articular palabra alguna, y solo me fui del lugar. Me percaté  de que eran muchos los compañeros en situación similar a la mía.


A punto de entrar al metro Miguel Ángel de Quevedo recibí una llamada de mi profesor de la Facultad. Él me dijo: "Adelina, no te preocupes, sé que no te permitieron el acceso a la Facultad. Han hecho lo mismo con todos los que no son nacidos en el D.F. que estudian aquí. 

Quiero que sepas que esto se va a solucionar. Ya se presentó el amparo indirecto, y dada la naturaleza del asunto la Suprema Corte de Justicia de la Nación -ejerciendo su capacidad de atracción- lo va a resolver. Vas a ver que esta tontería pronto será recordada como una estupidez más de nuestros gobernantes". Sin decir más, cortó la llamada.




Estaba desesperada. Había asistido ese día a la universidad  porque ahí podía obtener ayuda para localizar a mi hermano, y en  el caso de que efectivamente estuviera en la penitenciaria me dijeran como podía sacarlo de inmediato.

Ahora, dadas las circunstancias, me encontraba en medio de la calle totalmente sola a merced de una ley estúpida que amenazaba mi vida y la de los míos. No sabía qué hacer. De forma autómata entre al metro y aborde el tren con destino a la estación  Indios Verdes.




Al tener más conciencia de mí me vi saliendo del metro. Caminaba sin rumbo definido. No sé si fue el destino o fue Dios, que se yo. De pronto estaba frente al edificio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. 
 Tuve conciencia de esto por el gran alboroto y la cantidad de personas que se encontraban fuera de las oficinas.

Reaccioné del todo cuando La Negra Petriz (paisana de Veracruz) se acercó a mí, me abrazó y me dijo: " mana que bueno que veniste. Nos estamos organizando para marchar desde aquí hasta el  Zócalo. 

Lo haremos en señal de  protesta en contra de la ley que nos expulsa del D.F.  Hay chilangos de toda la República.  Ten una pancarta. ¡Fórmate ahí!."


Perdida en el tumulto camine, solamente camine.  Iba ensimismada en mis pensamientos. Me movía lentamente entre los gritos  y cantos de protesta del grupo de marchistas  y  de las consignas de la gente que nos observaba la cual  no paraba de gritar: "Fuera chilangos". Era como si soñara despierta: Veía, oía, pero no reaccionaba. 

Un fuerte estruendo me hizo regresar a mi realidad de forma inmediata. Todos corrimos. Sentí tanto temor al ver al grupo de manifestantes huir,  que no pude evitar hacerlo. No sabía que es lo  que estaba pasando. Escuche las sirenas de las patrullas y gritos. 

Vi muchas personas heridas. No pude percatarme de nada más porque en ese momento me envolvió una cortina de humo con un olor raro  y no me permitío ver  bién hacia adelante. Sentí en mis ojos un gran ardor que me nublo la vista y me hizo llorar. 

Antes de perder totalmente la visibilidad por el exceso de lágrimas vi a Bulmaro Petriz (el hijo de la negra), quien de un jalón me metió entre unos vehículos estacionados, al tiempo que me gritaba: "agáchate Adelina o nos friegan". Ahí agazapada seguí escuchando gritos. Cuando mis ojos se secaron pude ver las botas de los granaderos y los policías, que pasaban una y otra vez.


No sé cuántas horas transcurrieron, pero sé que fueron muchas, porque  salimos de nuestro escondite  y ya era de noche. Bulmaro me acompaño hasta mi casa. 
Serían cerca de las ocho cuando llegamos. Mi madre y aproximadamente 20 personas más estaban en la entrada del edificio. 

Con lágrimas en los ojos mi má corrió hacia mí. Me abrazo al tiempo que me decía: "Muchacha ¿dónde estabas?. Me has tenido todo el día con el Jesús en la boca. Me hablo la negra y me dijo que te vio en la marcha, pero que cuando empezó el desmán te perdió.

La policía anda buscando a todos los chilangos que participaron en la marcha. Afirman que un grupo de chilangos pusieron una bomba en unas oficinas del gobierno del D.F. Hay muertos y heridos. Es una cacería de brujas. Ahora sí tienen pretexto para perseguirnos como si fuéramos delincuentes".


Esa misma noche y  al día siguiente los noticieros no hablaban de otra cosa que no fuera el atentado a las oficinas del Gobierno del D.F.  Los comentaristas empezaban la nota diciendo:“Chilangos resentidos atentan contra oficinas de gobierno”. 

Los diarios de mayor circulación tenían en sus portadas diferentes encabezados: “Chilangos muerden la mano que les ha dado de comer durante tantos años”. “Sociedad capitalina apoya expulsión de chilangos”. “Grandes eminencias del derecho a favor de la Ley  Ciudad Libre de Invasores”. “Barra de Abogados se pronuncia a favor de la  Ley  que expulsa chilangos del D.F., y afirma que esta no es anticonstitucional”.  La ley empezaba a rendir sus frutos malditos.

2 comentarios:

  1. Evelyn, revise con cuidado su escritura. Tiene muchos problemas de puntuación, sintaxis, ortografía... Hay encabalgamientos y antiencabalgamientos. Aún es tiempo para que esto mejore muchísimo.

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  2. Profe: Aún no corregía. Si vi los errores pero solo tuve tiempo de escribir y si me pongo a hacerlos sobre la marcha se me va la inspiración. En este momento corrijo.

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